viernes, 7 de marzo de 2014

Black, Doom.

Desde el primer día que mis oídos recibieron esos trágicos acordes toda mi esencia comenzó a mutar, nunca volví a ser el de antes. En estas melodías había encontrado ESO que ningún otro tipo de música me supo transmitir: La sensación de que mi alma se congelaba, era un frío acogedor, como si el mas helado de los inviernos me estuviera abrazando, me sentí contenido, consolado. Era como si todo lo malo, todo lo negro y oscuro, todos mis demonios que tenia dentro hubieran salido y se encontraran protegiéndome de la realidad. Nota tras nota, todo mi ser iba sumergiéndose en un oscuro y frío, aunque cómodo abismo, lejos de toda preocupación y libre de todo dolor. Desde ese día siempre que escucho Black o Doom Metal siento lo mismo. Siempre fue el trágico comienzo para un buen día.

En el Black Metal me encuentro cara a cara con mi autodesctructividad. Con Black y Doom metal construí el barco con el que viaje en el mar, con el viento y la espuma en la cara, con el cielo y las estrellas encima de mi. Es el barco que conduje por los acantilados y tormentas de mi vida, con el que me aparté de las aguas poco profundas de mi locura, esperanzado de encontrar en paz en nuevas costas.

Es el barco con el que me hice y con el que me hundiré.




-Facundo Torres.

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